jueves, 14 de marzo de 2013

¡Habemus Papam!

Francisco I, sucesor de Benedicto XVI
¿Qué mejor tema para actualizar el blog, que aquel del que todo el mundo habla?, me pregunté ayer mientras me mantenía expectante delante de la televisión mientras esperaba el nombramiento del nuevo Papa. En torno a las 19:00 horas, comenzaron a llover los mensajes ¡Fumata blanca!, ¡Habemus Papam!… Los medios de comunicación y las redes sociales no tardaron en hacerse eco de la noticia. En menos de media hora, la lista de TT en Twitter estaba repleta con el tema. Comenzaban a salir las primeras críticas, parodias, las bromas e incluso insultos al nuevo Papa y a la Iglesia. ¡He aquí, el único asunto que, para bien o para mal, es capaz de robarle protagonismo al fútbol!

En momentos como estos surgen mil preguntas para todos, tanto a los creyentes como a los no creyentes. Nadie se queda indiferente ante un tema como éste. Las críticas vuelan, se cruzan, navegan y van de un lado a otro como locas suscitando el interés, descubriendo verdades y, cómo no, enfadando y provocando a muchos. Debo dar por hecho que hablo tanto de críticas negativas como positivas, y por supuesto no olvido todas esas críticas constructivas que, para bien o para mal, aportan realidades e informaciones muy importantes a todo el tema. Todo esto sin olvidar los intereses de quienes proclaman estas “verdades”. Estemos o no de acuerdo con ellas, soy consciente de que alguien afín a la Iglesia proclamará críticas positivas, y que alguien contrario a estas ideas divulgará críticas negativas. O no. Yo, desde luego, no soy fan de los extremismos. Ni de las generalizaciones. Prefiero acercarme y contemplar tanto una postura como otra. Me gusta la frase ‘ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos’.

Quizás, penséis que me estoy creando un mundo utópico, paralelo, o cómo lo queráis llamar, pero simplemente lo afirmo desde mi más humilde experiencia. Y sí, son palabras de una creyente, cristiana y católica que se avergüenza en muchas ocasiones de las palabras y actuaciones de la Iglesia.

¿Alguien se ha parado a pensar, qué piensan aquellos que no tienen NADA, sobre este tema?
¿Para cuándo un Papa más joven?
¿Para cuándo un acercamiento a la sociedad?
¿Para cuándo un cambio de mentalidad más acorde a la actualidad?
¿Dónde comienza y termina el límite de la razón?
¿Qué papel juega el respeto en todo esto?

Son muchas las preguntas que se pueden hacer en torno a este debate. Cuestiones que se quedarán sin respuesta, otras argumentadas con más o menos razonamiento.

Este es el eterno debate, el incansable, el que nunca terminará y el que seguirá enfrentando mentalidades, ideologías y lo más preocupante, a personas.

Si hay algo claro en todo esto es que aún hay mucho que cambiar y un largo camino que recorrer.


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